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miércoles, 15 de febrero de 2017

dia del amor y la amistad

  • 1El poeta pide a su amor que le escriba,
    de Federico García Lorca. El famoso poeta granadino ha escrito algunos de los poemas más desagarradotes acerca del amor. Éste lee así:
    El aire es inmortal. La piedra inerte
    ni conoce la sombra ni la evita.
    Corazón interior no necesita
    la miel helada que la luna vierte
  • 2La noche en la isla,
    de Pablo Neruda. El poeta chileno escribe un intenso y bello verso sobre lo bonito que resulta compartir lecho y despertarse al lado de la persona amada:
    He dormido contigo
    toda la noche mientras
    la oscura tierra gira
    con vivos y con muertos,
    y al despertar de pronto
    en medio de la sombra
    mi brazo rodeaba tu cintura.
    Ni la noche, ni el sueño
    pudieron separarnos.
  • 3¡Cómo me dejas que te piense!,
    de Pedro Salinas. Nacido en Madrid y fallecido en Boston, este poeta de la Generación del ’27 escribe así en este poema:
    Pensar en tí es tenerte,
    como el desnudo cuerpo ante los besos,
    toda ante mí, entregada.
    Siento cómo te das a mi memoria,
    Cómo te rindes al pensar ardiente,
    Tu gran consentimiento en la distancia.
  • 4Canto a Teresa,
    de José de Espronceda. Uno de los principales exponentes de la poesía romántica española, Espronceda se lamenta de la muerte de su amada con el siguiente verso:
    Y suspira tu nombre el labio mío;
    para allí su carrera el pensamiento,
    hiela mi corazón punzante frío,
    ante mis ojos la funesta losa
    donde, vil polvo, tu beldad reposa.
  • 5Amada, el aura dice,
    de Antonio Machado. Un bonito poema que Machado, uno de los poetas más importantes de la Generación del ’98, dedica a su amada:
    El viento me ha traído
    tu nombre en la mañana;
    el eco de tus pasos
    repite la montaña…
    No te verán mis ojos;
    ¡mi corazón te aguarda!
  • 6¡Oh tú, mi amor!,
    de Rafael de Alberti. Un poema muy gráfico, que alaba y ensalza la belleza de la amada del poeta de la Generación del ’27 Rafael Alberti:
    Oh tú, mi amor, el esmerado estilo
    de tu gran hermosura que en sigilo
    casi muriendo alabo a toda hora.
    Oh tú, mi amor, yo canto la armonía
    de tus perfectos senos la alegría
    al ver que se me abren cada aurora
  • 7Tu pupila es azul,
    de Gustavo Adolfo Bécquer, uno de los más famosos representantes del romanticismo español. Escribe un poema muy bonito, que describe la mirada de la mujer a la que ama:
    Tu pupila es azul, cuando ríes
    su claridad suave me recuerda
    el trémulo fulgor de la mañana
    que en el mar se refleja
    Tu pupila es azul y cuando lloras
    las transparentes lágrimas en ella
    se me figuran gotas de rocío
    sobre una violeta
  • 8Es una lástima que no estés conmigo,
    de Mario Benedetti. Este poeta uruguayo escribió un gran número de poemas de amor. Entre ello se encuentra éste, que lee así:
    Es una lástima que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las seis.
    Podrías acercarte de sorpresa y decirme ‘¿Qué tal? y quedaríamos
    yo con la mancha roja de tus labios
    tú con el tinte azul de mi carbónico
  • 9Veinte poemas de amor y una canción desesperada,
    de Pablo Neruda. Una de las obras más famosas de este poeta chileno, dedicada enteramente al amor. Uno de sus poemas dice así:
    Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes
    a tus ojos oceánicos,
    Allí se estira y arde en la más alta hoguera
    mi soledad que da vueltas los brazos como un náufrago.
    Hago rojas señales sobre tus ojos ausentes
    que olean como el mar a la orilla de un faro.
  • 10Balada del loco amor,
    de Jose Angel Buesa. Este poeta cubano escrieb un sonoro y ligero poema que habla sobre el carácter atemporal del amor:
    No, Amor no llega tarde. Tu corazón y el mío
    saben secretamente que no hay amor tardío.
    Amor, a cualquier hora, cuando toca a una puerta,
    la toca desde adentro, porque ya estaba abierta.
    Y hay un amor valiente y hay un amor cobarde,
    pero, de cualquier modo, ninguno llega tarde.

  • Besos, de Gabriela Mistral
    Hay besos que pronuncian por sí solos
    la sentencia de amor condenatoria,
    hay besos que se dan con la mirada
    hay besos que se dan con la memoria.
    Hay besos silenciosos, besos nobles
    hay besos enigmáticos, sinceros
    hay besos que se dan sólo las almas
    hay besos por prohibidos, verdaderos.
    Hay besos que calcinan y que hieren,
    hay besos que arrebatan los sentidos,
    hay besos misteriosos que han dejado
    mil sueños errantes y perdidos.
    Hay besos problemáticos que encierran
    una clave que nadie ha descifrado,
    hay besos que engendran la tragedia
    cuantas rosas en broche han deshojado.
    Hay besos perfumados, besos tibios
    que palpitan en íntimos anhelos,
    hay besos que en los labios dejan huellas
    como un campo de sol entre dos hielos.
    Hay besos que parecen azucenas
    por sublimes, ingenuos y por puros,
    hay besos traicioneros y cobardes,
    hay besos maldecidos y perjuros.
    Judas besa a Jesús y deja impresa
    en su rostro de Dios, la felonía,
    mientras la Magdalena con sus besos
    fortifica piadosa su agonía.
    Desde entonces en los besos palpita
    el amor, la traición y los dolores,
    en las bodas humanas se parecen
    a la brisa que juega con las flores.
    Hay besos que producen desvaríos
    de amorosa pasión ardiente y loca,
    tú los conoces bien son besos míos
    inventados por mí, para tu boca.
    Besos de llama que en rastro impreso
    llevan los surcos de un amor vedado,
    besos de tempestad, salvajes besos
    que solo nuestros labios han probado.
    ¿Te acuerdas del primero…? Indefinible;
    cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
    y en los espasmos de emoción terrible,
    llenaron sé de lágrimas tus ojos.
    ¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
    te vi celoso imaginando agravios,
    te suspendí en mis brazos… vibró un beso,
    y qué viste después…? Sangre en mis labios.
    Yo te enseñe a besar: los besos fríos
    son de impasible corazón de roca,
    yo te enseñé a besar con besos míos
    inventados por mí, para tu boca.
    Amor, de Pablo Neruda
    Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte
    la leche de los senos como de un manantial,
    por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte
    en la risa de oro y la voz de cristal.
    Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
    y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
    porque tu ser pasara sin pena al lado mío
    y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-.
    Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría
    amarte, amarte como nadie supo jamás!
    Morir y todavía
    amarte más.
    Y todavía
    amarte más
    y más.


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